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Mostrando entradas de agosto, 2010

EL FALLIDO E IRRITANTE "SERVICIO" AL CLIENTE DEL SENASA

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Doce días laborables intentándolo, alrededor de 90 llamadas, en vano todas. Y no pude dar siquiera con uno de los operarios de servicio al cliente afiliados a la con mucha probabilidad supernumeraria nómina del Seguro Nacional de Salud (Senasa), la próspera ARS estatal que se vende como eficiente y competitiva en sus millonarias campañas publicitarias. Idéntico vía crucis telefónico viven a menudo miles de usuarios al momento de procurar medicamentos o atención médica en alguna farmacia o clínica del patético sistema vernáculo de salud, cuando tampoco esos establecimientos pueden comunicarse para obtener la correspondiente autorización del “seguro”. Si acaso percibe usted que exagero la nota, le invito a perder el tiempo digitando ya sea el 809-333-3822 ó el 809-732-3821. Da lo mismo. Una interminable cadena de grabaciones indicándole que marque a tal o cual extensión, para luego transferirle al departamento correspondiente, se sucederá sin resultado alguno hasta lograr el aparente obj

¡SANTIAGO ARDE EN LLAMAS!

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Roberto Valenzuela, especial para Los Compadres Cuando era inminente la derrota del Ejército Restaurador en Santiago de los Caballeros, desvaneciéndose así el sueño de independencia de España, el general Gaspar Polanco llamó a un soldado de Licey y le dio sus órdenes secretas. Antes de revelar esas órdenes que, en la hora crítica, cambiaron el curso de la guerra, contaré una anécdota revolucionaria. Al alba del 3 de septiembre de 1863 la soldadesca española de Santiago se encontraba en la fortaleza San Luis, recibiendo la furia de los cañones nacionalistas ubicados en el Castillo. En San Luis había una mujer dominicana cocinándoles a los españoles, pero tenía un hijo en la revolución. Un soldado español humillaba la cocinera porque le hirvió un huevo sin sal. En eso una bala se llevó la cocina y el fogón. La mujer orgullosa de su causa, vengándose del español le dijo: –no quería usted sal, ahí le mandan una poquita. Mientras eso pasa, la temida columna del general Juan Suero y del c

La estafa revolucionaria del camarada Hubieres, C. x A.

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Vino de abajo, como todos los que suben. Del seno de la combativa izquierda revolucionaria, por supuesto. Figurando siempre a la vanguardia de las lides y reivindicativas causas populares. El montaje fue perfecto. Dialécticamente puesto en escena. Y no podía fallar, como en efecto: facha de sindicalista abnegado, retórica de barricada, discurso antiimperialista urdidamente opositor, cercanos vínculos con la prensa e indumentaria de genuino líder de las proletarias bases choferiles. Hasta desgreñada barba tenía el tipo, al mejor (¿?) estilo del comandante de la Sierra Maestra. O del Caamaño de Caracoles, para colmo de oportunas conveniencias. Conjeturo que en sus días de secundaria, por allá en tiempos de guerra fría, fue también un ardiente paladín estudiantil nuestro tragicómico e insigne personaje. En fin, que a fuerza de verbo, denodados cojones, astutas poses de filantrópico Quijote y uno que otro televisado atropello policial, pudo el camarada potenciar e incluso expandir hasta l