POBRE MARTHA; SI ELLA SUPIERA

Los políticos le entran hasta al diablo. Le sacan provecho a todo. Son implacables, y al momento de clavar su ponzoña con fines individualistas y futuristas, son terriblemente inmisericordes; actúan como lo que son, seres capaces de lo que sea a costa de quien sea. Sus propósitos predefinidos son fríamente calculados. Les importa un comino el ideal nauseabundo de un nuevo estado de cosas.

Los padres de Martha están contentos con esto que le acaba de ocurrir a su hija. Creyeron que eran ciertas las crónicas de espectáculo que los proyectan como entes noticiosos de la noche a la mañana. Se les ves radiantes en el pomposo Salón Las Cariátides del Palacio Nacional. Mentira. Cayeron como mansos corderitos en las garras del tigueraje político local.

Siempre dije que si algún dominicano se destaca (dentro y fuera del país) en cualquier rama del conocimiento humano, arte, cultura, deporte…debe ser asumido como un aliciente en este mar de calamidades justamente provocado por ellos, los políticos inservibles del patio. El éxito bien ganado de nuestros hermanos dominicanos deberá ser fundamentalmente emulado por la juventud desalentada, sin esperanza y sin mañana a la vista. Pero jamás dejarnos llevar por un show mediático, malévolo, prefabricado y auspiciado por políticos oportunistas, simuladores y mentirosos.

Aquellas dos muchachas que ovacionaron el triunfo de Martha, una bien avanzada en la universidad, nunca debieron morir en circunstancias tan fatales como las ya sabidas. Pobres jovencitas, fallecieron sin darse cuenta que mientras actuaban inspiradas por una pasión y fanatismo incontrolables, los que repartieron tarjetas de llamada a diestra y siniestra reían con la última muela, satisfechos de hacer política en un país donde millones creen que ciertamente somos los más felices del continente.

El talento innato de esta muchacha de Santiago es impresionante. Canta con pasión. Se entrega en cada estrofa y actúa como si fuera una artista curtida en el hermoso arte de convertir palabras simples en melodías contagiosas. Miguel y Leonel quizás no tengan el mismo timbre de voz que Martha. Ni cantarán en las nubes, como ella. Pero hacen un dúo perfecto y entonan como dos veteranos artistas, cuando de manejar a su antojo a las masas autómatas y estúpidas se trata.

Este pedazo de tierra seca no ha logrado establecer una política estatal de caza talentos desarrapados o hijos de nadie, como Cuba, por ejemplo, donde con lo poco que tiene hace mucho más que nosotros. Sin tener nada, son centros de atención en todo lo que se proponen. Nosotros tenemos mucho y somos incapaces de hacer nada, sencillamente porque ignoramos aposta lo que tenemos.

Con rabia pregunto: ¿Por qué la molestosa alharaca con Martha, si esa muchacha nunca tuvo el apoyo de gobierno alguno para cultivar el arte que le regaló el objeto de una bulla innecesaria? ¿Quién la conocía? Solo tiene 18 años y talvez no tiene vivencias suficientes para entender lo que están haciendo con ella. Pero, ¿Y sus padres? ¿Y nuestros hermanos de sangre, que aquella noche de éxtasis colectivo corrieron y bebieron romo y cerveza hasta más no poder? ¿Y los padres de las fanáticas sin control que terminaron sus días debajo de una yipeta? ¿Y el pueblo, cuándo será capaz de entender el porqué de estas cosas?

El día en que renunciemos a nuestra legada condición de seres incautos, tiene que llegar; deberá llegar. Solo así complaceremos a los estudiosos del grado de felicidad existente en el mundo. Ninguna nación puede ser feliz si sus miembros no son capaces de pensar; de cuestionar, de despertar y reaccionar a tiempo. Todo esto como condición indispensable para poder exigir y participar en la instauración del nuevo orden que esperamos con ansias locas. Un nuevo orden auspiciado por el pueblo activo; despierto y con responsabilidad para caminar sin hilos colgantes sobre nuestras cabezas.

Martha seguirá cantando y repartiendo expresiones intempestivas por doquier. La muerte de otra celebridad olvidada y resucitada por coristas intencionados(Luís Días, a ti te aludo) sepultará para siempre sus bien ganados minutos de fama. Congratulaciones, Martha. Gózatelo bien gozao’, mientras dure.
OQ