SAMMY Y SU CREMA ENCANTADORA


Querido Sammy, te escribo para decirte que no me preocupa la magia de tu crema blanqueadora y el efecto que produjo en tu cara blanquesina. Al contrario, creo que te ves mejor que antes. No hagas caso a los envidiosos y perdedores que se meten con tu vida privada. Tus cuartos, fama y gloria bien ganados, son tuyos y solo tuyos. Haz con ellos lo que quieras. Cómprate todas las cremas que quieras. Solo cuidate de no hacerle daño al prójimo. Nunca te había escrito, Sammy, me animé solo para preguntarte si conoces de alguna crema que ayude a limpiar la corrupción administrativa, el narcotráfico y la inseguridad ciudadana. Una crema capaz de limpiar a los desarrapados a merced de funditas oficializadas o a los organismos de seguridad del Estado atiborrados de lacras. Una crema que sirva para limpiar el honor de políticos inescrupulosos y el destino de una sociedad sin rumbo definido. ¡Ay, Sammy!, si fueras tan amable de traernos una cremita buena para aclararle la mente al presidente Leonel Fernández. Para que entienda que aunque no todos conceptualizamos, al menos tenemos derecho a exigir pulcritud y comedimiento en el manejo de recursos públicos. Sammy, cuando vengas para tu natal Dominican Republic, traenos una cremita limpiadora de pecados sin redimir, de sinvergüenzas a la franca, de ladrones apoyados, de funcionarios inservibles, de periodistas charlatanes y simuladores, de narcotraficantes dichosos y de calles entaponadas adrede. Sammy, que no se te olvide traernos una crema de marca para mantener limpias reservas morales en extinción, sanear podredumbres a borbotones y limpiarle el alma a congresistas descarados. Bueno, Sammy, ahora te dejo. Creo que cada quien tiene derecho a hacer con su vida lo que entienda más conveniente o provechoso. Solo cuidate, como te dije al principio, de no caer en la tentación de dañar a terceros. Eres dueño y amo de tu vida, tu dinero y tu fama, ya te dije. Lo demás es la expresión viva de frustraciones y voces malévolas que cobran fuerza con el coro de medios informativos concientemente divorciados de su esencia. Ah, Sammy, se me olvidaba, cuando vengas, tráeme un poco de esa untura, a ver si me quita una manchita negra que tengo en la nariz. Hablamos, Sammy.

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