DALE TU PRIMERO, QUE YO LE DOY DESPUES

"Dale tú primero, que yo le doy después". Esta frase suena familiar. Era lo que decíamos al amigo de infancia cuando teníamos que enfrentar a los más grandes. A los que presumían y seguirán presumiendo de grandes; a esos mismos. La frase no pierde vigencia. Se ajusta perfectamente al pleito que estratégicamente le hemos dejado a las periodistas Alicia Ortega y Nuria Piera. Ellas se atraven a decir, denuncian, pelean, revelan atrocidades y bellaquerías de todo tipo; enfrentan demandas, acusaciones, amenazas y los insultos más insólitos. Y todo porque decidieron sacarle la lengua a la publicidad estatal (y a la privada con el filo escondido) y reinvidicar el periodismo de verdad. El serio. El real. El que prefiere efectos y resultados. El que decide sobrevivir, como puede, a los riesgos inherentes del negocio. Sus propios colegas las refieren con el cinismo propio del que tira la piedra y esconde la mano. El pleito no es ni puede ser de dos. Los medios de comunicación han hecho de Alicia y Nuria dos productos mercadológicos, para esconder sus temores y compromisos, y no encarar con responsabilidad las mismas realidades y situaciones que ellas enfrentan. Las reconocen en público y las engrandecen casi al extremo de endiosarlas. Pero Alicia y Nuria no son tan tontas como para no darse cuenta del juego perverso del que están siendo objeto dentro de su propia clase. En República Dominicana hasta los sordos escuchan lo que no deben oir y hasta los ciegos ven lo que no les conviene ver. Hasta aquí estamos claros. Las informaciones fluyen por doquier. De eso nos jactamos. Pero el pleito no les conviene al negocio y eso también debemos tenerlo claro. La publicidad se impone. No es asunto de recuperar utopías ni reconquistar el romanticismo que una vez invadió la praxis periodistíca en el mundo entero. Las reservas morales se agotan. El sinismo y la valentía disfrazada ganan terreno. Alicia y Nuria, delen ustedes, que nosotros le damos después. Así si es bueno, solía decirme el amiguito de infancia, cuando el ataque del que presumía de grande se hacía inminente.

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